miércoles, 7 de septiembre de 2011

No vuelvas















La promesa, de Magritte



No te quiero de vuelta. Aléjate con tu modorra, con tu pesimismo siempre a cuestas, con tu equipaje de nostalgia, con tu paquete de lágrimas envasado al vacío.
Vete lejos. Llévate tu celda para otro lado. Y tu túnica, y tu acero, y tu mediocre cancioncita de consuelo. Incluso llévate tu beso, tu ametralladora disfrazada de compasión, tu hambre eterna de risa, voluntad y ardor.
Te exorcizo, me ensalmo, te despido. Te arranco de raíz. Rompo tus cristales y extirpo tus tripas llenas de semen rancio y lerda calma.
Te libero: vete lejos. Mete todas las ponzoñas en tus maletas, llénalas de la hiel de tu saliva, de la fría soledad de tus noches eternas, de ese punzante dolor de espalda que tortura y abrasa las costillas, y el gozo, y todo quema. No las quiero de nuevo, no las quiero de vuelta.
Adiós, tristeza. No asomes tus dientes, que aquí ya no cabes. Vete lejos. No vuelvas.

martes, 6 de septiembre de 2011

Mañana es septiembre
















Guillermo de León Calles, doctor Honoris Causa de la UNEY


Conocí esta poesía del poeta y cronista falconiano Guillermo de León Calles gracias a un disco que grabara Serenata Guayanesa -hace bastante tiempo-, con el concierto, en vivo, que ofrecieron en el Teresa Carreño cuando esta agrupación venezolana cumplió 25 años.
En esa ocasión, diferentes artistas los acompañaron: Pedro León Zapata, Emilio Lovera, María Teresa Chacín, Ismael Querales, Cheo Hurtado, Los vasallos del sol, Ricardo Cepeda, Neguito Borjas, Francisco Pacheco, Vidal Colmenares y Simón Díaz fueron algunos de ellos. Y en medio de ese ya esmerado grupo estaba Guillermo de León Calles, a quien pude conocer luego gracias a la Universidad Nacional Experimental del Yaracuy (UNEY), institución que le otorgó un merecidísimo Doctorado Honoris Causa y donde, orgullosamente, trabajo.
Pero ya desde mucho antes de mi llegada a la UNEY, septiembre me regresa este texto todos los años. Maravilloso recibimiento el de este mes que, invariablemente, me sorprende, tarde o temprano, con el recuerdo intacto de este hermosísimo poema.
Lástima que no todos hemos tenido el privilegio de escuchar la dulce voz de niño grande, de niño-abuelo, de Guillermo de León Calles al recitarla... Pero, al menos, tengo la posibilidad de compartir sus letras. (VPT)



Mañana es septiembre,
los dedos de mis pies me duelen
de tanto meterme en los zapatos de ir a la escuela.
Siento que un libro está de más
en mi bulto de lonilla azul marina.
Y no es el libro que tiene un Dios con sombrero de triángulo
y un manto como el que usaba Julio César.
Lo cierto es que mañana es septiembre
y la maestra me espera con su sonrisa
de buenos días seguida de una lección interminable.
Me fastidia ese amor repetido en mi libro primario:
Mamá me ama,
Papá me ama,
Mamá me ama.
Ese amor de página primera
que retrasa mi llegada al patio del recreo
con mis zapatos de huequitos en la punta.
Mañana es septiembre.
Un portón de peleas callejeras me recibe.
Soy yo, tela blanca
con unas letras bordadas en mi bolsillo izquierdo.
Yo y mi sonrisa zángana
a poca distancia de mi cabello aceitoso.
Yo y mi cuaderno Libertad con un caballo
de Bolívar encaramándose en un laurel romano.
Yo y mi futuro de sabio
porque llegaría a saber
que CristobalColónnacioenGénovaperoalgunoshistoriadoresdicenquenacióenPontePedradeGalicia.
Yo y mi porvenir de ignorante
porque no me aprendería de memoria
la historia del torito negro y el torito colorado.
Somos la maestra, septiembre y yo
entristecidos por los pizarrones negros y la ausencia de la lluvia.
Septiembre y yo sabemos que los trompos tienen más valor que la tabla de multiplicar
y que las páginas de los cuadernos se hicieron solo para construir barcos de papel.
Mañana es septiembre.
Primero trataré de entender nuevamente lo del Gloria al Bravo Pueblo.
Yo, Vicente Salias y Juan José Landaeta
Después veré un murciélago trastornándoles la quietud a los pupitres.
En uno de esos pupitres labraré un corazón y tu nombre
con la hojilla que le sobró a las barbas del abuelo.
Yo y el amor.

Guillermo de León Calles

sábado, 3 de septiembre de 2011

Sólo un nombre
















Los amantes, de René Magritte



Busco sin prisa tu nombre entre mis sábanas.
Lo encuentro, lo beso.
Lo condeno.
Lo encadeno, lo amordazo.
Lo amarro a estos rastros de indiferencia que guardo como un tesoro.
Lo aprisiono entre mis rodillas, entre mis olvidos.

Pero es tu nombre. Uno de los tuyos.

Rebelde, huye de mi presidio.
Me tienta, me persigue, me escala.
Se instala, indecente, en mi pubis urgido.
Provoca mis labios con su lengua incesante.
Aceita mis deseos y atornilla mis ímpetus.

Es un nombre, tan sólo un nombre. Un nombre tuyo.

Se hizo transparente y anda libre
sembrándose en mi almohada,
colándose entre las rendijas de esta ventana
que hasta hace poco sólo sabía de lluvia y desilusión.

Es sólo un nombre, este nombre tuyo,
que se abraza a mis recuerdos
como se aferra a su madre un niño herido.

Quiero licuarlo y bañarme en sus jugos.
Quiero desayunármelo lentamente,
y beberme su dulce savia contaminada.

Quiero arrebatártelo y roerlo despacio
hasta que no quede una sola letra intacta.

Quiero acariciarlo hasta que se me ulceren las yemas de los dedos,
hasta que cicatricen mis besos en la ridícula piel del grafito.

Es sólo un nombre, pero es tu nombre;
uno de los tuyos.

Y no es más que un nombre, el nombre mío.

VPT